La planta del cáñamo o cannabis se ha transformado
desde hace unos pocos años en una prometedora fuente de nuevos
fármacos para el tratamiento de diversas enfermedades. Desde la
reducción de los vómitos causados por los medicamentos antitumorales,
a estimulantes del apetito en pacientes terminales, pasando por
su posible utilidad en enfermedades como el Parkinson. Sin embargo
hay que distinguir la utilización de medicamentos con algún derivado
del cannabis, del pretendido interés terapéutico del popular "porro"
(en donde aparecen más de 70 sustancias procedentes del cannabis
más todos los componentes perjudiciales del tabaco). Como en otras
muchas veces, los avances científicos se mezclan con intereses
particulares, aumentando la confusión del público en general.
EL CANNABIS CÓMO DROGA.
Desde la Antigüedad, en Oriente Medio y África del Norte se han
utilizado los derivados de la Cannabis sativa (nombre científico
del cáñamo) con fines recreativos por sus propiedades sicoactivas.
En el mundo occidental se hizo popular en los sesenta y setenta
del pasado siglo, ligados a los movimientos juveniles de la época.
Actualmente el hachís o "chocolate" (un tipo de resina que se
extrae de la planta), y la marihuana (preparación seca de las
flores femeninas, hojas y tallos) son las formas más difundidas
de consumo.
Estos derivados contienen gran cantidad de sustancias.
La principal responsable de los efectos sicoactivos es el tetrahidrocannabinol
(THC), y constituye la sustancia de referencia de una familia
de productos denominados cannabinoides. Hasta la fecha se han
identificado más de 70 miembros de esta familia presentes en los
derivados del cáñamo, y de la mayoría de ellos se desconocen exactamente
sus efectos.
El efecto del cannabis depende de la pureza y tipo de la droga
(la concentración puede variar entre 0.2% hasta el 12% de THC),
de la dosis, y de la vía de administración (también puede ser
ingerida). Pero también intervienen otros factores cómo la personalidad
del consumidor, sus expectativas y experiencias previas, y el
ambiente en que se consume. Si el consumo es solitario predominan
los efecto relajantes; si el consumo es en grupo es muy posible
que predomine el efecto eufórico. Por otro lado mientras duran
estos efectos se pierde la capacidad de realizar movimientos que
precisan cierta habilidad (conducir o manejar maquinaria pesada),
al igual que también se pierde la noción del tiempo, y se producen
alucinaciones auditivas, visuales, y táctiles. La fase final tiende
siempre a la sedación y a la somnolencia.
Además de los efectos sicológicos también produce
diversos efectos sobre el organismo como el aumento de la frecuencia
cardiaca (taquicardia), dilatación de los vasos conjuntivales
(ojos rojos), sequedad de boca e inhibición de la sudoración.
Tiene cierto efecto analgésico comparable a otros medicamentos
ya comercilizados como la codeína.
Entre otros efectos a largo plazo se han citado las crisis de
pánico, psicosis agudas con alucinaciones paranoides e incremento
de las enfermedades respiratorias (asma, bronquitis y enfisema
entre otras). En mujeres embarazadas su consumo aumenta el riesgo
de nacimiento de niños con bajo peso y, probablemente, de niños
prematuros.
Consumidores crónicos (el "pasar" de todo), con
dificultades para el aprendizaje y la realización de cualquier
esfuerzo. Aunque el ambiente social y educacional del individuo
tiene claras influencias en este síndrome, el abandono del consumo
del cannabis reduce sus manifestaciones y puede llegar a hacerlo
desaparecer. Por otro lado, y estas son las propiedades que inicialmente
más han interesado a la investigación farmacéutica, producen un
incremento del apetito y la inhibición del vómito (propiedades
antieméticas) que sufren algunos de los consumidores habituales
de hachis o marihuana.
LA NABILONA, EL PRIMER MEDICAMENTO COMERCIALIZADO
RELACIONADO CON EL CANNABIS.
Estas propiedades antieméticas de los derivados del cannabis son
conocidas desde hace tiempo y han sido objeto de numerosos estudios.
¿Por qué?. Al principio puede parecer que tratar los vómitos no
debe ser un gran problema para la moderna medicina. Pero el cáncer
si que es uno de esos grandes problemas.
Los medicamentos que actualmente disponemos contra el cáncer tienen
numerosos efectos adversos. Entre otros muchos el causar gran
cantidad de vómitos en el paciente. El disponer de medicación
que consiga evitarlos, no sólo supone mayor comodidad para el
paciente, sino que permite utilizar mayores dosis de fármacos
antitumorales y pautas y combinaciones más agresivas, que incrementen
la respuesta contra el tumor y la supervivencia del enfermo. De
ahí el interés de obtener fármacos antieméticos (inhibidores del
vómito) lo más potentes y eficaces posibles.
El primer logro importante de estos trabajos ha
sido la comercialización en algunos países de la nabilona. Este
es un producto sintético (no se obtiene del cáñamo) pero que guarda
cierta relación estructural con los componentes propios de cannabis.
Su indicación actual es el tratamiento de los vómitos inducidos
por el tratamiento del cáncer que no esté controlado por otros
fármacos antieméticos. Si hablásemos de ranking de medicamentos
antieméticos, la nabilona estaría en una tercera o cuarta línea,
fundamentalmente por que las reacciones adversas que provoca pueden
ser tan graves e incapacitantes como los vómitos; efectos neurológicos,
vértigo, confusión adormecimiento, euforia..... Si bien no está
comercializado en España, si que está disponible como medicamento
de importación a través del Ministerio de Sanidad.
Otra posible aplicación que se está estudiando para
la nabilona es el incremento del apetito en pacientes desnutridos,
especialmente en pacientes terminales de SIDA o cáncer. Sin embargo,
el mecanismo por el que los análogos del cannabis producen estos
efectos parece que tiene poco que ver con el que está relacionado
con los efectos síquicos. Que, por otra parte, son los que han
desencadenado la mayor expectación en el mundo científico.
LOS CANNABINOIDE TIENEN EFECTO POR QUE SE UNEN
A RECEPTORES DEL PROPIO ORGANISMO.
Los fármacos, los tóxicos, las hormonas y en general
cualquier sustancia que tiene algún efecto sobre el organismo,
lo causan por que se unen a receptores. La mejor comparación de
la unión de una sustancia a su receptor la tenemos en la relación
de una llave con su cerradura. De la misma forma en que necesitamos
la unión de la llave y de la cerradura para abrir una puerta,
necesitamos la unión de una sustancia con su receptor para que
se produzca un efecto. También podemos encontrarnos llaves maestras
que sean capaces de abrir distintas cerraduras, o lo que es lo
mismo, cerraduras que pueden ser abiertas por distintas llaves.
En el organismo humano pasa algo parecido. Una sustancia puede
unirse a diversos receptores - serían las llaves maestras con
los que se pueden abrir numerosas cerraduras - y a un receptor
se le pueden unir diversas sustancias muy parecidas entre si.
Serían como aquellas cerraduras defectuosas que pueden abrirse
fácilmente con cualquier llave más o menos parecida a la original.
En el organismo humano hay gran cantidad de tipos
y subtipos de receptores (alfa y betaadrenérgicos, insúlinicos,
serotonérgicos, histamínicos, dopaminérgicos...) que son las dianas
de numerosos fármacos. Hasta 1989 no se descubrió el primer receptor
específico de los cannabinoides en el cerebro humano. Y es lógico
pensar que si la evolución nos ha dotado de tal receptor es por
que existen sustancias en el organismo que se unen a él y logran
algún efecto beneficioso, alguna ventaja en el complejo proceso
de la evolución. El primer cannabinoide endógeno (sintetizado
por el propio organismo) no se identificó hasta 1992, y se la
bautizó con el nombre de Anandamida. Actualmente se conocen al
menos 2 receptores cannabinoides (uno en el cerebro y otro en
el sistema nervioso periférico) y 3 cannabinoides endógenos.
Esta publicación tiene dos partes anteriores:
¿Usos terapéuticos
del Cannbis? Los puntos sobre las íes (II)
¿Usos terapéuticos
del Cannbis? Los puntos sobre las íes (III)