Los peligros del doping (III)
(Viene del artículo anterior)
3. Betabloqueantes.
Se conoce así a los fármacos que
bloquean un tipo de receptores que tienen las células de
nuestro organismo para la adrenalina y la noradrenalina (receptores
tipo beta). En determinadas ocasiones (cuando nos encontramos ante
un peligro por ejemplo) nuestro cuerpo responde con la liberación
en sangre de estas dos sustancias. La sangre la distribuye por todo
el organismo, y se unen a receptores que tienen las células
en su superficie. La unión de estas sustancias a los receptores
va a provocar cambios de funcionamiento en las células, que
se puede traducir en un cambio en el funcionamiento de todo el órgano.
Cuando la adrenalina se une a los receptores beta se produce entre
otras cosas la activación del corazón. El uso de los
betabloqueantes impide esta activación del corazón
y son de gran utilidad en el tratamiento de enfermos hipertensos
y cardiopatas.
Tal vez el betabloqueante más conocido por
el gran público sea el clembuterol, producto que se ha utilizado
para el engorde ilegal del ganado, ya que presenta propiedades anabolizantes
(incrementa la síntesis y almacenamiento de sustancias por
parte del organismo, como por ejemplo las proteínas que forman
los músculos). Por estas propiedades anabolizantes también
lo han utilizado algunos deportista (se sospecha que es lo que utilizó
la atleta alemana K. Krabe).
Otra utilización, más propia de su mecanismo de acción
propio, es la de conseguir un enlentecimiento del corazón
en deportes de gran gasto físico (por ejemplo esquí
de fondo). Sin duda está aplicación se basa en el
hecho que el deportista entrenado puede realizar grandes esfuerzos
sin grandes incrementos de su frecuencia cardiaca.
De hecho, un parámetro para medir la forma física
de un individuo es medir la frecuencia cardiaca en reposo. Si es
baja, querrá decir que ese corazón necesita menos
latidos para impulsar la sangre que necesita el organismo, que otro
corazón de un sujeto con una menor forma física. Por
tanto se trata de un corazón de mayor potencia, y cuando
el sujeto se someta a grandes esfuerzos podrá bombear toda
la sangre que el organismo necesite para aportar el oxígeno
y demás elementos necesarios para el funcionamiento del músculo.
Entonces está bastante claro que intentar enlentecer el corazón
durante el ejercicio físico mediante fármacos es una
"aberración farmacológica". Si disminuimos
artificialmente la frecuencia cardíaca durante el ejercicio
lo único que conseguiremos será reducir el aporte
de glucosa y oxigeno que necesita el músculo para trabajar.
Además impediremos que la sangre consiga arrastrar los productos
de desecho que se producen durante el ejercicio, y conducirlos hacia
los riñones y demás órganos relacionados con
la excreción. Por tanto, se estará facilitando el
agotamiento muscular, reduciendo la resistencia a medio plazo. Así
lo han demostrado algunos estudios realizados a principios de los
años 90.
Otra de las propiedades de los betabloqueantes es disminuir el temblor,
por lo que ha sido utilizado por los tiradores para mejorar su precisión
durante las competiciones.
4. Diuréticos.
Los diuréticos son un grupo de fármacos
de muy variado origen y mecanismos, que producen un aumento de la
producción de orina. A dosis elevadas pueden provocar perdidas
importantes de peso, a costa de inducir un estado similar a la deshidratación,
ya que esa perdida de peso sólo responde a un incremento
del agua eliminada. Además de agua, se eliminan también
distintos iones (especialmente potasio) que son imprescindibles
para el correcto funcionamiento del corazón. Así,
un abuso de diuréticos si reducen en exceso los niveles de
potasio en sangre (hipopotasemia) puede provocar la aparición
de arritmias cardiacas y muerte.
Los culturistas recurren a estos fármacos para que al perder
líquido, la musculatura quede más marcada y definida.
Y cómo comentábamos en el artículo anterior
esta fue la razón de la muerte del campeón del mundo
(versión IFBB) de 1980. También lo han utilizado boxeadores,
judokas, levantadores de peso, y otros atletas que se clasifican
en categorías por el peso corporal, para, en vísperas
de la competición perder el suficiente peso corporal como
para mantenerse en la categoría adecuada.
También son fármacos a los que suelen recurrir los
pacientes anoréxicos (en los que, como ya hemos comentado,
se da frecuentemente la práctica de ejercicio intenso) con
las mismas peligrosas consecuencias.
Por último merece la pena comentar el caso del probenecid.
Aunque pocos autores lo clasifican como un diurético, su
principal acción es aumentar la eliminación de urea
en orina. También tiene el efecto de impedir la eliminación
de algunos fármacos, como la penicilina. En clínica
se utiliza para tratar la gota (enfermedad causada por niveles altos
de urea), y prolongar el efecto de algunos medicamentos.
Entre los deportistas, la eliminación de urea puede favorecer
la recuperación del organismo tras ejercicio intenso (por
lo que su uso era frecuente entre los ciclistas), pero también
puede impedir la eliminación de algunos medicamentos prohibidos
por su efecto doping, y así evitar su detección en
las analíticas correspondientes. Hoy en día está
clasificado como sustancia prohibida en casi todas las listas de
las diversas federaciones, pero su uso casi le costó el Tour
de 1988 a Perico Delgado.
5. Insulina.
En algunas páginas web sobre culturismo
se propugna la utilización de insulina para favorecer la
hipertrofia muscular. En concreto en una de ellas se dice textualmente
"...cuando se trata de maximizar el desarrollo muscular, inducir
un pico de insulina en el momento oportuno puede marcar una diferencia
decisiva." Recordemos que la insulina es una de
las hormonas encargadas de la regulación de los niveles de
glucosa en sangre. Es muy conocida ya que problemas en su síntesis
o utilización producen una enfermedad tan frecuente como
la diabetes mellitus, en la que estos niveles están elevados
(el popular "azúcar" de los análisis).
Concentraciones demasiado altas de glucosa son perjudiciales ya
que pueden inducir un coma diabético (en forma cetoacidósico
o hiperosmolar) y la muerte del paciente. Mas frecuentemente, van
dañando los tejidos y órganos de forma progresiva,
reduciendo la calidad de vida del paciente (ceguera, neuropatías,
problemas circulatorios...) y facilitando complicaciones diversas
que pueden hacer peligrar la vida del enfermo.
Si peligrosa es la hiperglucemia (niveles altos de glucosa en sangre)
no lo es menos la hipoglucemia (niveles demasiado bajos de glucosa).
En este caso, mientras que otros órganos tienen nutrientes
alternativos para seguir funcionando, el cerebro queda rápidamente
sin fuentes de energía por lo que su actividad decae rápidamente,
pudiendo aparecer coma y, si no se trata rápidamente, muerte.
De hecho, la mayoría de pacientes diabéticos tienen
más miedo a "pasarse" con la insulina (e inducir
una hipoglucemia) que a quedarse cortos con ella (a pesar de poderse
producir una hiperglucemia).
Entonces ¿qué sentido tiene utilizar este fármaco
en un deportista?. Las páginas web que recomiendan su utilización
se basan en que, para bajar los niveles de glucosa en sangre, permiten
su entrada en el músculo junto a las proteínas necesarias
para hipertrofiar el mismo. Estaríamos de nuevo ante una
"aberración farmacológica". Aunque la insulina
provocase la entrada en el músculo de un exceso de proteínas,
se necesitarían otros estímulos (por ejemplo anabolizantes
o disponibilidad de nutrientes) para incorporarse a la masa muscular
y causar la hipertrofia buscada. Por otro lado nadie ha demostrado
que el efecto anabolizante de la insulina sea superior al de los
esteroides o al del clembuterol, ni tampoco que se sumen o sean
complementarios. En estas condiciones, los riesgos de una hipoglucemia
superarían los posibles "beneficios" del efecto
anabolizante, especialmente cuando se podría sumar la hipoglucemia
provocada por el ejercicio intenso. Y como ya hemos comentado, una
hipoglucemia puede inducir la muerte del paciente... .
Artículos relacionados:
El doping (I) ;
Los peligros del doping (II)
© Mifarmacia.es. Departamento de contenidos
Dr José Mª Alonso Herreros. Jefe Unidad de Farmacia Hospitalaria
del Hospital General Universitario de Murcia.
13 de abril de 2001.
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